RED INTERNACIONAL JUDÍA ANTISIONISTA (IJAN)
Nos pronunciamos en respuesta a una nueva declaración que
legaliza el apartheid y a nuevas acciones de violencia estatal legalizada. Como
judíos/as que apoyamos la autodeterminación palestina, respondemos a estos
eventos, sin sorpresa, pero con indignación y compromiso renovado con la lucha
en solidaridad con el pueblo palestino. La semana pasada, siguiendo el paso
dado por el Presidente Donald Trump
hacia un reconocimiento oficial, por parte de EEUU, de Jerusalén como capital
de Israel, la Knesset (parlamento israelí) aprobó una legislación titulada “Ley
Básica del Estado-Nación”, la cual declara: “Israel es la patria histórica del
pueblo judío, quienes tienen el derecho exclusivo de autodeterminación nacional
en ella”. Para enfatizar su deseo de disponer de la máxima presencia de judíos
con mínima presencia de no judíos a lo largo y ancho de la Palestina histórica,
las fuerzas armadas israelíes llevaron a cabo el más extensivo bombardeo en la
Franja de Gaza en años, en lo que ellos calificaron como una reacción a la
actividad por parte de la resistencia palestina. Estas dos declaraciones – una
por ley, y la otra mediante la fuerza – afirman el poder de la colaboración EEUU-Israel en el prisma colonial y expresan
la determinación de Israel de continuar con su proyecto de apartheid y de
romper el vínculo palestino con su tierra.
La Red Internacional Judía Antisionista (IJAN) rechaza la
pretensión del régimen israelí de que Israel es nuestra “patria”. Repudiamos
cualquier reclamo al derecho de autodeterminación en la Palestina histórica,
sea éste exclusivo o de otro tipo. Nos oponemos además a otros puntos de la
ley, especialmente al que dice que el régimen tiene un rol en la
preservación de nuestra herencia
cultural. Tanto los primeros pensadores sionistas, como Arthur Ruppin y Theodor
Herzl, así como otros que les siguieron, han expresado desprecio por la
herencia y cultura judías, incluyendo la de Europa oriental. Les desagradaba y
despreciaban el mundo de los judíos/as de África y Asia, y así fue que
otorgaron a los judíos/as mizrahís un estatus de subordinación en su proyecto
colonial desde sus comienzos. Desde la ideología de odio sionista (tanto
pre-estatal como estatal) a la pobreza y al estudio intensivo del shtetl1, hasta la negación
y/o la explotación selectiva de las historias y culturas de los judío/as de
África y Asia, así como la
glorificación de la guerra y de la fuerza bruta junto al desprecio racista por
aquello que los sionistas veían como “debilidad” afeminada judeo-ashkenazi, el
proyecto israelí, por entero, se ha basado en el rechazo de nuestras múltiples
herencias históricas y culturales. La única herencia que se reivindica es la
memoria del genocidio de judíos europeos por parte de los nazis (Holocausto).
Y, al usarlo como un arma contra la lucha palestina, lejos de proteger esta
memoria, la han banalizado.
El estado de Israel siempre ha sido un estado de apartheid.
Su fundación se basó en la negación y la destrucción de la vida colectiva
palestina en el territorio, mientras incentivaba la inmigración judía y su
participación en la implantación de una colonia de asentamiento, basada ella
misma en una jerarquía racial clasista entre judíos. La nueva ley, usando las
palabras de la organización Adalah, es “primeramente antipalestina,
dado que busca profundizar las implicaciones inmediatas de la Nakba: la
negación del derecho a la autodeterminación del pueblo palestino en su patria
[y] la negación del derecho al retorno
de los refugiados palestinos”. Al reclamar la tierra de la Palestina histórica
para judíos, a quienes Israel se atribuye unir y representar, se niega esa
tierra a los palestinos. Esta relación tiene como base un sistema de apartheid.
Las y los palestinas/os que resisten y reclaman su patria son convertidas/os,
en el mejor de los casos, en ciudadanas/os de segunda clase. En el peor, son
desposeídas/os, sujetas/os a violencia y encarcelamiento, y declaradas/os
“terroristas” por reclamar el derecho a tener derechos.
Los y las palestinas son llamadas “terroristas” sin importar
lo que hagan o no hagan. Es la misma existencia y resistencia palestina la que
es criminalizada y castigada. Desde los primeros días de resistencia política
organizada a la colonización, hasta la aparición de la OLP, y las acciones
colectivas que caracterizaron la primera Intifada, o el trabajo político en las
comunidades palestinas en el exilio, más el asesinato de cerca de 150
palestinos y la mutilación de 5000 en la Gran Marcha del Retorno (masiva
campaña popular de resistencia) y, el pasado viernes 20 de julio, el asesinato
de varios combatientes de Hamas y civiles Palestinos, no hay resistencia
—incluso cultural o política— que sea aceptable para el estado de Israel.
IJAN nota que la más reciente escalada militar desde Israel
ocurrió en respuesta al ejercicio por parte de la milicia popular de su derecho
a defenderse del ocupante —un derecho protegido por el Derecho Internacional.
Aquello que engañosamente denominan “autodeterminación judía” en Palestina se
apoya en la negación violenta de la historia, del pasado y del presente. De
esta manera, tanto los medios de difusión internacionales, como los dirigentes
israelíes, describieron los ataques masivos israelíes de la noche del viernes
20 de julio como una “respuesta” a la muerte de un soldado israelí por parte de
Hamas. Pero el ataque israelí solamente puede ser considerado una “respuesta”
si se acepta el marco del régimen israelí, lo cual significa olvidar no sólo la
Nakba sino también la actual ocupación, la expropiación de tierras, los
brutales ataques militares y la imposición de la crisis humanitaria sobre la
Franja de Gaza.
El Ministro de Defensa israelí,
Avigdor Lieberman, calificó a la operación anti-insurgente israelí como “medida
y responsable”, y declaró que Hamas empujó a Israel a una situación en la que
tendría que llevar a cabo una “operación militar amplia y dolorosa”. IJAN está
de acuerdo: dado que Hamas y la Gran Marcha del Retorno, ambos parte de la
creativa resistencia palestina a la opresión, representan serios desafíos para
el régimen de apartheid, Israel no tiene otra alternativa que usar la violencia
colonialista masiva para intentar defender lo indefendible. No hay otra manera.
La “autodeterminación” de los colonos israelíes judíos en Palestina sólo es
posible a través de una negación violenta del derecho palestino a la tierra y a
la vida. Siempre ha sido así: no existe una ruta no-violenta hacia la
colonización. Los mártires de ayer y la ley del apartheid decretada la semana
pasada dan nueva evidencia de la determinación del estado de Israel de llevar
adelante su proyecto. Pero también son evidencia de la continuada Resistencia
palestina al mismo. En este momento, como siempre, honramos la resistencia
palestina en su lucha por sus derechos, por su liberación y por el retorno. Los judíos/as no somos un
único grupo nacional. Somos parte del mundo. En lugar de reclamar un supuesto
derecho sobre territorio palestino robado, nos unimos al mundo en empatía y
apoyo al Pueblo Palestino. Rechazamos el lenguaje y las prácticas del estado
israelí y afirmamos la autodeterminación de los y las palestinas en el momento
en que enfrentan esta nueva amenaza a su existencia.
Red
Internacional Judía Antisionista (IJAN) | 23 de Julio de 2018
(Original en Inglés: http://www.ijan.org/new-opinions/ijans-response-new-israeli-law-legalizing-apartheid/)
Nota:
1 Un shtetl
(en yiddish שטעטל, forma diminutiva de la palabra en yiddish shtot,
שטאָט,
"poblado”) era típicamente una villa o pueblo con una numerosa población de
judíos, en Europa Oriental y Europa Central, antes del genocido judío (Holocausto).
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