Terminar con el sionismo (Get rid of Zionism)
Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R. |
El cuadragésimo quinto año de ocupación está comenzando. El embrollo es tan complicado que aparentemente no hay manera de salir sin derramamiento de sangre, que puede ser tan profundo como la obediencia de la clase intelectual. Así como el colonialismo europeo colapsó de un momento para otro, la intelectualidad local encontró una manera de colaborar con las demandas de los gobiernos de Israel, dejándonos hoy en manos de una coalición de derecha y con una oposición también de derecha.
Muy poca gente entendió en su momento que la permanencia en los territorios de alguna manera daría lugar a un crecimiento del deseo de control. Los más astutos fueron Pinhas Lavon, en sus últimas horas de lucidez, Yitzhak Ben Aharon en pocos momentos y Yeshayahu Leibowitz.
También, por supuesto, un puñado de partidos políticos -Rakah, la Nueva izquierda israelí y Matzpen-. Pero en el centro del mapa político, los que argumentaron a favor de la retirada de todos los territorios fueron los profesores Jacob Talmon y Yehoshua Bar-Hillel, el escritor Amoz Oz y algunos más. La gran mayoría de los intelectuales se arrastraban tras los generales y los políticos. De esta manera se entiende por qué los intelectuales trabajan afinando los argumentos del gobierno. Pocos de ellos se atreven a oponerse a su política.
Por regla general, los argumentos no juegan un papel central en la política, sino que simplemente ayudan a que el gobierno implante su lenguaje en los ciudadanos. Por ejemplo, la afirmación de que Israel enfrentaba una amenaza existencial en 1967 fue una mentira propagandística. Habría sido posible resolver la complicada situación provocada por el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, pero Israel y los Estados Unidos decidieron aprovechar el error de Egipto.
En la actualidad, estas cosas se pueden discutir en el discurso académico. Pero el discurso político, ayudado por la intelectualidad de aquel momento, está exento de cuestionamiento, incluyendo los miles de tumbas de la Guerra de Yom Kipur del año1973.
Más aún, los políticos y los intelectuales afirmaban que Israel, como "víctima de la agresión," tenía el derecho de alterar sus fronteras. Pero el principal agresor, según esa narrativa, era Egipto, a quien se le devolvieron todas sus tierras, hasta el último grano de arena, en el tratado de paz que siguió a la guerra de 1973. El argumento jurídico se dejó de lado.
También hubo argumentos militares sobre "las fronteras estratégicas", que también carecían de sentido, ya que ningún general del ejército israelí, ni del Estado Mayor ni de los continuadores, creía realmente en ellos, porque la Guerra de Yom Kipur propinó a Israel un duro golpe a pesar de las "fronteras defendibles". Esta verdad se aplica también a los Altos del Golán, hasta el día de hoy.
Así es que nos quedamos con la Ribera Occidental, donde el primer ministro Benjamin Netanyahu continúa arrastrándonos con su ambivalente y razonado discurso: ésta es la tierra de nuestros antepasados, y también, Hamás atacará el aeropuerto Ben-Gurion. No hay conexión entre estos dos argumentos. Por regla general, los argumentos dobles sirven al propósito de reforzar entre sí las debilidades. Pero la mezcla de estrategia y mesianismo explica el poder del político israelí de narcotizar a sus súbditos.
La "Tierra de Israel" es un fantasma. Retirarse de "partes de ella" se presenta como una "concesión", incluso por los partidarios del movimiento. Pero la única concesión que teníamos que hacer, incluso en 1967, era la de renunciar a la mesiánica pretensión de que esta es nuestra tierra, la tierra de la Biblia, y por lo tanto tenemos derecho a ella. En comparación con este reclamo, los serbios, con su desvelo por la Batalla de Kosovo en 1389, son gente racional y secular.
La vida no tiene ninguna necesidad de "derechos ancestrales". La mayoría de nosotros nacimos aquí. Eso no tiene ninguna relación con la Biblia, que para la mayoría es un libro muy bonito. No tiene ninguna conexión con los rezos de los religiosos. Nosotros no necesitamos de la religión, ni en el menú de un restaurante ni en un análisis estratégico.
Muchos israelíes decían que en la mañana después de la ocupación, en lugar de elegir afirmar en esos momentos -con la ayuda de profesores, poetas y escritores- "ver nuestro país indiviso”, nos veríamos en una situación diferente. La liberación del sionismo no es una sucia palabra. En cualquier caso, lo que yace detrás del sionismo actualmente son los intereses relacionados con el agua, bienes raíces, las relaciones estratégicas con los EE.UU. y un monumental ejército hambriento de justificar su existencia.
Si nuestros padres se equivocaron en el uso del mito, deberíamos apartarnos de ese mito, por el bien de nuestros hijos e hijas. No tenemos que abandonar este lugar o renunciar a nuestras vidas. Pero por su bien, tenemos que deshacernos del sionismo.
Fuente: Diario Israelí Haaretz - http://www.haaretz.com/print-
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