IJAN International Jewish Anti-Zionist Network (Red Judía Antisionista Internacional)

viernes, 19 de febrero de 2021

Yo, judía argelina, no he olvidado los crímenes coloniales de Francia


Texto traducido del original en francés. También disponible en inglés:

YO, JUDÍA ARGELINA, NO HE OLVIDADO LOS CRÍMENES COLONIALES DE FRANCIA

Por Ariella Aïsha Azoulay

La autora de esta columna es descendiente de judíos argelinos, responde a Benjamin Stora y le recuerda el genocidio cultural de la Francia colonial en Argelia que tuvo como víctimas a todos los argelinos sin distinción de religión. Una columna sumamente interesante que debemos leer porque nos habla de una historia no escrita a la que B. Stora suma sus "grandes omisiones".

 

Estimado Benjamin Stora:

En 2017, el presidente francés Emmanuel Macron reconoció que la colonización de Argelia fue un crimen contra la humanidad. Como muchos otros, esperaba leer su informe recientemente publicado sobre el tema, que usted redactó a petición del Presidente. Sin embargo, después de leerlo, estoy consternada por la falta de discusión sobre los Crímenes Imperiales; no comprendo estas omisiones. Aunque hay muchas, me centraré en una de ellas: la destrucción de las culturas judías en el Magreb.

 Como usted, tengo un interés personal en estos asuntos. Nací en 1962, el año en que terminó la guerra (de independencia), cuando mi familia, la suya y la de otros 140.000 judíos se vieron obligadas a abandonar Argelia, consecuencia directa de su larga colonización. Como señaló usted en su libro de 2006 Los tres exilios de los judíos de Argelia, otros dos exilios precedieron a este. El primero ocurrió en 1870, cuando el decreto Crémieux separó a los judíos del resto de la población argelina y los transformó en ciudadanos franceses en su propia tierra; el segundo en 1940, cuando el gobierno de Vichy revocó este decreto y la ciudadanía francesa que lo acompañaba. Su libro me resultó muy útil, hace más de diez años, cuando empecé a cuestionar la identidad fabricada que me había sido atribuida al nacer: “la israelí”. 

 

 Cuanto más estudiaba las estructuras creadas para disociarme de mis antepasados ​​judíos argelinos, menos me reconocía en esta identidad asignada. La rechacé dos veces: primero como una forma de pertenencia, luego como un modelo imperial de la historia: un esfuerzo por marcar un nuevo comienzo (en 1948), una ruptura entre lo que se ha hecho, "el pasado” y lo que se permitió que fuera el futuro. La creación del Estado de Israel proclamó afiliaciones y formaciones anteriores sea inexistentes (Palestina), sea inapropiadas (judíos argelinos, judíos iraquíes, etc.). Desvalorizó la singularidad de varios grupos de judíos, los remodeló y se les incluyó en un grupo indiferenciado.

Este movimiento efectivamente prosiguió el proyecto napoleónico que consistía en regular la vida judía, haciendo del “pueblo judío” un sujeto histórico- nacional que solo se puede realizar plenamente al crear un Estado soberano propio.

 Cuando comencé a recopilar historias y recuerdos de lo que éramos, los judíos argelinos, hasta no hace mucho, noté un parecido sorprendente entre la identidad colonial que me fue atribuida y la que se atribuyó a mis antepasados argelinos en 1870. Mi padre dejó Argelia para ir a Israel en 1949, y el resto de mi familia tuvo que irse en 1962 a Francia, dejando atrás más de dos milenios de vida árabe judía en el Magreb. Podemos decir que somos de origen argelino, pero el colonialismo destruyó el mundo común en el que se materializaba esta identidad.

 Cuando a mis antepasados se les hizo ciudadanos franceses, no dejaron de ser colonizados; "concederles" la ciudadanía colonial como colonos era otra forma de colonización francesa, no su final. De hecho, fue el principio de un proceso de desarraigo. Los judíos fueron separados del pueblo entre el que vivían y con quien compartían lenguas, cosmologías, creencias,  vivencias, tradiciones, paisajes, historias y recuerdos. Algunos judíos argelinos aceptaron la ciudadanía francesa, pero en 1865 la mayoría se negó a solicitarla. Los tres exilios que describe en su libro son ejemplos del alto precio que pagaron los judíos por la ciudadanía de sus colonizadores, una decisión que también afectó a sus descendientes.

El hecho de que algunos hayan decidido aceptar esta decisión, y que luego encontraran la manera de sacar provecho de su ciudadanía, no quita nada al carácter colonial del procedimiento que empuja a las personas a devenir diferentes de lo que son.

Estudiar el vínculo entre estas dos identidades de colonizadores, los franceses y los israelíes, me ayudó a comprender el papel que desempeñaban al servicio de los intereses de las grandes potencias coloniales europeas: a saber, disociar a los judíos de los árabes y musulmanes e incorporarlos en la construida  "tradición judeocristiana". Por supuesto, algunos judíos se ofrecieron como voluntarios para ubicarse en el “marco más amplio de la civilización occidental”, como lo describe Susannah Heschel.

Pero este hecho sólo demuestra el papel importante que el ataque colonial contra la diversidad humana y su incitación para "asimilar" tuvieron  -y siguen teniendo- en el proyecto colonial. Cuando los judíos del Magreb y de Oriente Medio fueron asimilados por la fuerza a la figura europea del judío como ciudadano, fueron entrenados para considerar a árabes y musulmanes como personas a parte. Y a través del Estado de Israel, han acabado por verlos como sus enemigos.

 Desafortunadamente, este contexto está totalmente ausente de su informe, que no menciona en ningún momento a los tres exilios de los que hablaba en su libro. Sin embargo, el primer exilio se debería comprender como el contexto en el que se pudo crear el Estado colonial de Israel -basado en la destrucción de Palestina. Y cuando tuvo lugar el tercer exilio en 1962, Israel ya había cimentado la enemistad entre judíos y árabes en una fijación de la condición judía. Para decirlo sin rodeos, el Estado de Israel funciona, entre otras cosas, como liquidador de la responsabilidad francesa por los crímenes coloniales de Francia contra los judíos en Argelia y en otros países musulmanes.

 En esta transacción, la ciudadanía colonial y un estado judío colonizador son “obsequios” coloniales destinados a reembolsar a sus víctimas con moneda colonial para mantener el proyecto colonial. Con la ciudadanía francesa "concedida" y un Estado-nación judío, se supone que los judíos del imperio y sus descendientes simplemente deben seguir adelante, olvidar el mundo destruido del que todavía podrían ser parte y, en cambio, convertirse en parte del mundo imperial, ciudadanos-operadores de tecnologías que continúan perpetrando crímenes contra la humanidad.

No considero que los crímenes imperiales sean hechos pasados; siguen vigentes, y las instituciones, estructuras y leyes que las hacen posibles todavía deben ser desmanteladas y abolidas. Por lo tanto, me niego. Estos regateos no terminan con la colonización, sino que la perpetúan. Facilitan el nombramiento de ciertos judíos para perseguir a otros judíos que continúan luchando por la completa descolonización de todos aquellos que han sido y son colonizados y de las instituciones que fueron creadas para el proyecto colonial. Nuestros antepasados en el Magreb fueron víctimas directas de la violencia colonial, aun cuando poco a poco fueron aceptando el regateo que les impusieron estos tres exilios.

 ¿Deberíamos nosotros, sus descendientes, aceptarlos y estar sujetos a ellos? ¿No tenemos derecho a continuar la lucha contra el colonialismo francés y el colonialismo israelí y luchar para revertir el curso de los crímenes imperiales?

Creo que no solo tenemos el derecho, sino la obligación de hacerlo. No considero que los crímenes imperiales sean hechos pasados; siguen vigentes, y las instituciones, estructuras y leyes que los hicieron posibles aún deben ser desmanteladas y abolidas.

La historia no puede generar el milagro que los arquitectos imperiales esperan de ella: hacernos creer que los crímenes imperiales terminaron cuando los imperialistas han reconocido sus crímenes. Su informe cumple una función similar, intentando relegar estos eventos al pasado, incluso si perduran en el presente.

De hecho, su informe ilustra lo que propongo llamar el cuarto exilio de los judíos argelinos: su eliminación de la historia de la colonización de Argelia. En 160 páginas, su informe ofrece solo dos párrafos sobre una comunidad judía que antaño existía en Argelia. En realidad, no se trataba solo de una comunidad, sino de múltiples y diversas comunidades judías árabes bereberes.

 Sólo por el crimen colonial contra la humanidad se vieron obligados a convertirse en una, como preludio de su desaparición. La liquidación de estas comunidades antiguas, por lo tanto, se presenta en su informe como un “no evento” y se califica como una señal de progreso. No se hace mención de los crímenes perpetrados contra ellas: los tres exilios, el antisemitismo europeo importado, la reeducación forzada, la separación de su cultura, el confinamiento en campos de concentración argelinos.

La eliminación de esta historia refleja los regateos coloniales que hizo de estos exilios las supuestas "ganancias" de los judíos, su entrada en el mundo ilustrado de la modernidad secular. Por tanto, usted ha proporcionado al Estado francés la "prueba" científica de que su colonización estaba dirigida exclusivamente a los musulmanes y bereberes (se supone que estos últimos excluyen a los judíos). Estas omisiones tienen graves consecuencias. Habiendo sido afectada por los proyectos coloniales franceses e israelíes de ingeniería humana, no fue hasta los cincuenta años que pude reconstruir la historia de miles de años de vida judía en el Magreb y adquirir ciertos recuerdos de mis antepasados que me fueron negados en el proceso de hacer de nosotros unos buenos ciudadanos del imperio.

Para esta eliminación de los judíos de 132 años de colonización, se debe considerar que la violencia imperial es un progreso. De lo contrario, ¿por qué borrar a este grupo de la historia del proyecto colonial francés? ¿Pero es tan fácil aprobar esta “historia” de progreso? ¿Eligieron los judíos ser el objetivo del antisemitismo de los colonos una vez que se convirtieron en franceses? ¿Quisieron salir de Argelia en 1962? ¿Decidieron ser cómplices del final de la vida  judía en Argelia? ¿Firmaron una salida colectiva del mundo de sus antepasados? ¿Cómo llegó usted a asumir el papel de enterrar este mundo?

Esta última pregunta, por qué fue usted elegido para escribir este informe, requiere una atención especial.

Más allá de sus conocimientos, creo que no soy la única que piensa que fue seleccionado en parte porque es judío y por la posición del judío en el proyecto colonial. Es difícil hablar abiertamente sobre esta posibilidad en un momento en que el significado del antisemitismo está en manos de los Estados-nación imperiales que apoyan el desastre del régimen del Estado de Israel. No obstante, tenemos que pensar en lo que esto significa.

 El hecho de que el gobierno eligiera a un judío para escribir este informe no es una coincidencia, sino una trampa. En este mundo todavía imperial, se espera que los judíos actúen como ciudadanos vírgenes, para demostrar, como escribe Houria Bouteldja, su "deseo de fundirse con la blancura... de encarnar los cánones de la modernidad". Esta posición fue creada por al menos tres acuerdos imperiales que no se deben cuestionar. El primero es el mercado de la ciudadanía: un buen ciudadano francés de origen judío no puede sino dejar su judeidad en casa, especialmente en el ejercicio de su profesión.

Ya en su libro, usted demostró este tipo de patriotismo francés al presentar a estos tres exilios de los judíos como hechos pasados, objetos de una investigación histórica. Su vida en común con los musulmanes habiéndose convertido en un pasado difunto, podían integrarse en la historia europea.

 El segundo acuerdo acepta el Decreto Crémieux tal como lo concibieron sus arquitectos, como la concesión de un regalo en lugar de un uso unilateral de la fuerza, que contribuyó a la destrucción de sus diferentes formas de vida. Esta representación omite la forma en que el Decreto robó a los judíos su herencia, su mundo y sus tradiciones.

 El tercero asume que Francia ya había saldado sus deudas con "el pueblo judío" como sujeto histórico en 1995, cuando la nación admitió su responsabilidad en la deportación de los judíos de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. No importa que los crímenes de Vichy contra los judíos argelinos tuvieran lugar en Argelia y que su vida en Argelia no pueda ser transportada retroactivamente a Francia. Al aceptar estos acuerdos, su informe se presenta como una historia imparcial, haciendo avanzar concienzudamente la misión del Estado. Pero este es exactamente el problema. No hay nada solemne en participar en crímenes imperiales.

 El Imperio inventó el pasado y encargó a archivadores e historiadores que convirtieran sus crímenes en objetos históricos de investigación imparciales. Incluso utiliza a sus víctimas para afirmar que no se ha cometido ningún delito contra ellas. Para resistir a estas limpiezas imperiales, no debemos ser imparciales: debemos exigir en particular que sean las víctimas de estos crímenes que escriban la historia. Sólo aquellos que se niegan a olvidar, que pueden hablar desde este punto de vista, son capaces de deshacer la obra del imperio y hacer avanzar la causa de lo que yo llamo desaprendizaje del imperialismo. No se debe permitir que ningún historiador cometa omisiones tan importantes. Tampoco debería usted suponer que las víctimas de los crímenes coloniales y sus descendientes aprueban estos acuerdos cuyo sentido era y sigue siendo la liquidación de su mundo diverso.

En lugar de servir a este proyecto imperial, su informe podría haber ofrecido un repertorio sin concesiones de los crímenes franceses cometidos contra argelinos y de los crímenes coloniales contra la humanidad. Pudo haber dibujado la cartografía de los vínculos entre estos crímenes y las instituciones imperiales: policía, prisiones, capitalismo racial, archivos, museos, ciudadanía, etc. - que les permitió y sigue facilitando sus consecuencias en Francia, en particular en lo que respecta a los argelinos, víctimas a la vez de la islamofobia y del antisemitismo de Estado.

Si hubiera respondido a esta invitación, afirmando su posición de árabe-judío, víctima de la colonización francesa de Argelia, también hubiera podido pedir firmar el informe junto con un argelino musulmán francés. Esto habría brindado la oportunidad de hacer un recuento más  completo de los crímenes imperiales y de sus consecuencias persistentes, y de derrocar al quinto exilio de los judíos: su alienación de los árabes y musulmanes en el nuevo mundo que tuvieron que compartir fuera de su tierra natal, en Francia.

Con estos gestos, incluso un informe oficial podría haber brindado a nuestros descendientes los recursos para continuar la labor de abolición del imperialismo. Sin ellos, su relación solo sirve para enraizarla.

 

Ariella Aïsha Azoulay

 
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